Un instructor de empresas es la persona que facilita
el proceso de instrucción. En él recae la responsabilidad de lograr los
objetivos de aprendizaje que se establecen para un taller de aprendizaje; por
lo tanto, debe ser una persona que reúna ciertas características y obtenga el
entrenamiento adecuado, ya que de otra manera no solamente no se lograrán los
objetivos previstos, sino que se expone a que pueda perder credibilidad y
liderazgo ante el grupo, y esto es muy grave cuando se trata de instructores
internos habilitados y sobre todo cuando éstos son los mismos jefes.
A continuación se describen algunos requisitos
deseados en las personas que las empresas deben tomar en cuenta para seleccionar candidatos para ser entrenados
como instructores.
¡Un instructor no es un profesor! Un instructor de empresa no
es una persona que transmite información, ante todo es un facilitador del
aprendizaje que transfiere el conocimiento experto de las organizaciones. Es
una persona que comparte conocimientos, metodologías, normatividad y
comportamientos para generar aprendizajes. Un instructor trabaja con adultos, y
los adultos son personas que poseen ya conocimientos sobre el trabajo que
realizan y que tienen experiencias que aportar, pero que también tienen
resistencia y cautela, y ponen barreras y obstáculos para aceptar y aplicar
nuevas formas de hacer las cosas.
El instructor, más que enseñar debe lograr que otros
aprendan, por lo que, además de transmitir, debe motivar, hacer participar y
aprovechar los conocimientos, las experiencias y las aportaciones de cada
miembro del grupo, para enriquecer a todos sus integrantes, incluyéndose él
mismo.
El buen instructor, además de ser buen transmisor,
debe ser buen conductor, moderador, facilitador, catalizador y líder de un
grupo que tiene como meta alcanzar los objetivos específicos que exige el curso
que conduce, por lo tanto, para poder conformar un equipo efectivo de
instructores, recomendamos a los gerentes,
quienes deben decidir qué candidatos iniciarán su entrenamiento como
instructores, auxiliarse de esta guía, ya que un buen candidato será mejor en
tanto reúna en mayor grado los siguientes requisitos:
Que desee compartir con otras personas sus
conocimientos, sus experiencias, sus opiniones y las formas de trabajo que a él
le han dado resultado en la práctica.
El buen instructor debe sentir satisfacción y tener
inclinación por compartir auténticamente aquellas cosas que se descubren en la
vida y en el trabajo cotidiano, debe desear compartir más que el qué del
conocimiento, el cómo de la tecnología.
En tanto que se califica de egoísta a quién no
comparte, el instructor exitoso sabe que el que imparte y comparte se queda con
la mayor parte, propicia el crecimiento de otros y recibe, además, la mejor
motivación, que es ver reflejado en otros las conductas que sembró.
Que sepa
Nadie enseña lo que no sabe, y para transferir
conocimientos, habilidades y actitudes que otros no poseen, un buen instructor
debe tener los conocimientos
suficientes y la información necesaria, pero sobre todo debe tener suficiente
disposición y las actitudes propias sobre la materia que va a enseñar; en suma, debe desear
compartir auténticamente lo mejor de sus experiencias.
Se dice que para enseñar a otros se requiere saber
más que éstos; esto es siempre recomendable, pero no es estrictamente cierto
tratándose de un instructor, quién requiere actuar más como facilitador que
como expositor. Es deseable que domine plenamente su materia, pero si el curso
que conduce exige la aplicación de técnicas de aprendizaje delegado y si los
participantes en un grupo tienen experiencia sobre su trabajo, como sucede
generalmente, ante esta situación el instructor no debe emplear la técnica
tradicional de conferencia durante todo el curso; en este caso, se requiere que
aplique técnicas participativas para
lograr el aprendizaje general y que conozca las formas como aprenden los
adultos, para aprovechar sus conocimientos y experiencias y canalizarlos al
crecimiento del grupo.
Que sepa como
Que tenga conocimiento y práctica sobre el uso de
las técnicas y métodos de aprendizaje, de las formas de cómo integrar a un
grupo, de cómo y cuándo emplear las técnicas de rompimiento de tensión y de
cómo generar la motivación para el aprendizaje.
Que sepa cómo comunicarse, no solamente a nivel verbal
sino, sobre todo, que sepa cómo comunicarse en el área afectiva, que sepa cómo
y cuándo preguntar, cómo escuchar, cómo interrogar y cuándo callar.
Que conozca las diferentes características de las
personas y del comportamiento de los individuos en un grupo. Que sepa cómo
establecer objetivos y cómo diseñar el curso que impartirá, que adquiera las
habilidades necesarias para conducir cada sesión, que sepa cómo y cuándo
incluir ejercicios de grupo, y cómo usar y aprovechar los apoyos
instruccionales a su alcance.
Éste es precisamente el entrenamiento que deberá
obtener un instructor de empresa para que logre resultados y no solamente se dedique
a enseñar o impartir cursos.
Que tenga una personalidad adecuada
Que tenga aptitud y facilidad para trabajar en
grupo, que transmita credibilidad y empatía, que esté consciente de que va a actuar como líder de un grupo, y que más
que hablar… hablar y transmitir, que asuma, su misión de conductor de un grupo
al logro de objetivos y resultados previamente determinados. Al respecto, una
frase célebre dice: “hasta los palos del monte tienen su destinación, unos sirven para
hacer santos y otros para hacer carbón”.
Con esto no se trata, desde luego, de encontrar a
personas ideales con las cualidades aquí enunciadas; sólo se pretende que
quienes puedan ser candidatos y, sobre todo, quienes deciden quiénes van a
ser candidatos a instructores, no
solamente busquen algunos de los requerimientos aquí señalados, sino que,
además, como jefes les brinden todo su apoyo, ya que si una empresa desea
auténticamente enfocar la capacitación a la efectividad organizacional y al
mejoramiento del trabajo y no simplemente a la organización e impartición de
cursos, entre otras cosas tiene que constituir un fuerte equipo de
instructores, de lo contrario, puede caer en el absurdo improductivo de
capacitar por capacitar, o de solamente cumplir un requisito legal.
Sin medir las consecuencias, con frecuencia
suponemos que la persona más preparada es quién mejor actuará como instructor,
y asignamos a los mejores técnicos y gerentes para cumplir con esta delicada
misión.
Usted puede lanzarlos ¡Que se enfrenten con el problema y salgan
adelante!... o fracasen, pero ¿Cuánto le cuesta esto?
¡Porqué no les ayuda!
Referencia:
Editorial
SECSA
Autor:
Roberto Pinto Villatoro
*Contenidos del FORI®
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